Las guerras no respetan los límites politicos o territoriales. Forman parte de un sistema de conflictos regionales que atraviesa las fronteras de cada Estado: a través de flujos de refugiados/as, grupos armados “nómadas” como el Ejército de Resistencia del Señor, o Lord’s Resistance Army (LRA), redes criminales y de narcotráfico, contrabando y comercio ilegal, flujo de armas pequeñas y medianas, así como otras tantas problemáticas sociales, políticas y económicas transfronterizas.

 
El LRA sobrevive en las regiones interiores de cuatro estados en África Central y del Este, lejos del alcance de los intereses internacionales o las autoridades nacionales. En Líbano, las comunidades vulnerables no acuden al Gobierno central en Beirut buscando protección sino a las fronteras nacionales más próximas – Siria, Irán, Arabia Saudita o el Oeste.
Sin embargo, mientras la política internacional se consolidada entre Estados (diplomacia) y al interior de éstos (gobernanza), existe un vacío político en las zonas fronterizas donde diplomacia y gobernanza pueden llegar a chocar.
A modo de ejemplo, los esfuerzos por resolver el conflicto armado en Jammu y Cachemira, están definidos por relaciones diplomáticas disfuncionales entre Mumbai e Islamabad. La realidad en terreno, de todas maneras, deja ver que las comunidades afectadas en Cachemira siguen divididas por la intransitable Linea de Control (LoC) y excluidas de las discusiones que les permitirían definir su propio futuro. 

Construir paz más allá del Estado

La integración regional puede ayudar a suavizar las relaciones en las fronteras. La pertenencia a organizaciones regionales, metas compartidos, y propósitos colectivos, pueden ayudar a diluir las sensibilidades de los Estados con respecto a su soberanía.
 
Los organismos regionales podrían infundir confianza en la construcción de paz, impulsar los procesos de paz interestatales y brindar asistencia práctica en la distribución de responsabilidades y beneficios de la paz. Sin embargo, las organizaciones regionales no siempre están en la mejor posición para gestionar conflictos transfronterizos. Estas, con frecuencia, tienen que sortear rivalidades entre sus propios miembros, mientras organizaciones en las regiones más afectadas por el conflicto tienen que enfrentar los más agudos desafíos a sus capacidades.
 
La integración europea facilitó la resolución de problemas en Irlanda del Norte, ayudando a balancear el desequilibrio de poder entre Londres y Dublín y proporcionando un escenario más apropiado para los diálogos. Además, la Unión Europea también ha estado apoyando de manera directa la regeneración y reconciliación local a lo largo de las fronteras irlandesas. 
 
No obstante, La Unión Europea no está habilitada para participar significativamente frente al Conflicto Vasco, debido a la resistencia que manifiestan Francia y España en cuanto a “internacionalizarlo”.
Las organizaciones regionales suelen encontrar mucho más fáciles de acordar medidas de seguridad “duras” - seguridad fronteriza, cooperación militar o coaliciones por el mantenimiento de la paz- en comparación con las llamadas “blandas”
Las dinámicas transfronterizas del conflicto son variadas y complejas, y demandan aproximaciones blandas tanto o más que medidas duras.
Las iniciativas regionales que se enfocan exclusivamente en la seguridad se ocupan de los síntomas pero no de las causas del conflicto. Pueden terminar luchando en la prevención o resolución del conflicto, pero dejando de lado muchos de los factores estructurales que sustentan el conflicto desde un principio.
 
Las respuestas regionales el LRA tendían a priorizar las operaciones militares adelantadas por el Gobierno de Uganda en colaboración con sus vecinos. Pero las ofensivas militares regionales como Iron Fist (Puño de Hierro) (2002-03) y Lightning Thunder  (Relámpago) (2008-09) no terminaron la violencia, sino que de hecho lograron que esta se expandiese mucho más – “tal como lanzar piedras a las abejas”. De hecho, el área de operación del LRA se expandió cerca de 20 veces luego de la operación Relámpago.
 
Hoy las Naciones Unidas y la Unión Africana de nuevo están evaluando respuestas militares al conflicto con la LRA a través del despliegue de una Fuerza de Tarea Conjunta de 5000 hombres.

Construir la paz al margen del Estado

Las redes sub-estatales transfronterizas existen a través de lazos sociales y culturales entre las comunidades fronterizas y pueden proporcionar “puntos de partida” a la política regional de construcción de paz. La Sociedad civil puede jugar un rol de construcción de paz atravesando las fronteras con más facilidad que los gobiernos y cuerpos intergubernamentales.
Experiencias compartidas, tradiciones, estructuras sociales y el parentesco proporcionan herramientas poderosas para la cooperación y la cohesión social cuando los canales diplomáticos están bloqueados.
En una respuesta alternativa al conflicto del LRA, las comunidades afectadas de cuatro países se han reunido en el Grupo de Trabajo de la Sociedad Civil. Este ha impulsado una estrategia de convencer a los rebeldes de la LRA a regresar a casa – usando por ejemplo el tradicional Mato Oput, ceremonia de reconciliación del norte de Uganda para ayudar a las comunidades a aceptar a las personas retornadas en aras de menguar las filas del LRA, reducir la violencia y reconstruir los tejidos sociales.
 
A través del trabajo conjunto y cooperativo, las comunidades están transformándose a sí mismas, de víctimas del LRA en “enclaves de resiliencia” ante la violencia.

El potencial del comercio transfronterizo

El comercio transfronterizo puede contribuir también a construir confianza o a establecer interdependencias a través de las fronteras. Esto puede incentivar la cooperación y acción colectivas e incrementar los costos percibidos de la Guerra. Es importante reconocer de forma precisa, cómo el comercio interactúa con otros factores y dinámicas del conflicto, para distinguir el comercio transfronterizo corrupto o ilícito y las economías regionales basadas en la Guerra, de otras actividades económicas transfronterizas que podrían contribuir a la paz y al desarrollo.
El comercio a través de la Línea de Control (LdC) en Cachemira se reanudó en 2008 luego de décadas de bloqueo,  para desarrollar vínculos económicos y construir confianza entre las partes.
El comercio a través de la LdC ha ayudado a suavizar la situación en la frontera y está ayudando a la población de Cachemira a restablecer de vínculos entre familias divididas, comunidades comerciales y la sociedad civil.
 
Un avance significativo ha sido sin duda la creación de la Cámara Conjunta de Comercio de la Federación de Jammu y Cachemira, la primera institución trans -LdC, que conecta a la sociedad civil y a los comerciantes  al aparato gubernamental en ambos lados de la línea.
 
Pero el impacto de la iniciativa comercial ha sido limitado. Los/as comerciantes tienen que usar un sistema ineficiente de trueque para sobreponerse a obstáculos, y el intercambio de bienes a lo largo de la LdC toma lugar a través de intermediarios/as, quedando pocas oportunidades para el contacto persona a persona.
 
La Cámara Conjunta de Comercio proporciona un mecanismo para desarrollar e integrar las funciones económicas y de construcción de paz a la iniciativa comercial: construir mecanismos de incidencia desde las bases para normalizar las relaciones en la LdC, para apoyar formas sostenibles de interdependencia económica, para desarrollar las estrategias y capacidades colectivas de la población de Cachemira y para convertir los objetivos de construcción de paz en un lenguaje común. Actualmente, el comercio a través de la LdC pasa un buen momento como un importante punto de negocios y una actividad vital en la construcción de paz.

Promoviendo puentes 

El establecimiento de conexiones entre las formas de construcción de paz supra- y sub- estatales puede ayudar en el desarrollo de estrategias regionales para atacar las dinámicas transfronterizas del conflicto, tanto en sus “ramas” como en sus “raíces”.
La sociedad civil puede tender puentes entre zonas fronterizas, para apoyar iniciativas diplomáticas que hagan posible la participación de las comunidades que allí habitan. 
Académicos/as en Colombia, Venezuela y Ecuador se han vinculado con comunidades en zonas fronterizas afectadas por el efecto expansivo de la guerra en Colombia. Comunidades indígenas y afro-colombianas, organizaciones de mujeres, agencias humanitarias, asociaciones medioambientales, escuelas y gobiernos locales: todas jugaron un rol en el desarrollo de una respuesta ciudadana regional a las tensiones en la frontera.
 
Trabajando con los medios de comunicación y aliados/as de la sociedad civil internacional, ellos/as pudieron movilizarse en momentos críticos de tensión diplomática y, en últimas, desafiar el discurso populista-nacionalista existente hasta entonces entre Colombia y Ecuador. El apoyo del Carter Center fue útil para conectar esfuerzos diplomáticos con la Organización de Estados Americanos.
Los Estados pueden hacer mucho por minimizar las tensiones en las zonas fronterizas invirtiendo para reducir la alienación y marginación de las comunidades locales.
Un manejo fronterizo más eficiente puede facilita el comercio y mantener una seguridad transfronteriza responsable y participar del manejo cooperative de los recursos y la infraestructura.
 
Los vínculos entre la sociedad civil regional y las redes de negocios con la diplomacia regional pueden ayudar a resolver el mencionado vacío político a lo largo de las fronteras y en las regiones fronteriza, y se mueve de la cooperación para la seguridad regional hacia la prevención y resolución del conflicto.
 
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Alexander Ramsbotham es el Editor de la revista Accord de Conciliation Resources.
 
Originalmente publicado como introducción de Accord 22: Paix sans frontières: building peace across borders, esta versión revisada fue publicada en New RoutesA journal of peace research and action, Volume 17 (2012:4)
 
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